BACK TO HYDRA
Dos vidas a lo largo de 50 años:
encuentro, amor
éxito y separación.
Y vida siempre vivida en paralelo,
hasta cerrarse también así.
Con una sola carta de por medio,
una despedida en la tierra
antes de emprender el viaje final
en el que esas dos almas
esperan volver a encontrarse
e inaugurar otra vida,
liberada tal vez al fin
de sus mutusas ausencias.
Un recorrido a la iluminación de Cohen
apoyado siempre en la distancia
por una Penélope entusiasta,
su devota Marianne.
Y un final que pone de manifiesto
la confirmación de un Amor verdadero,
de esos que nunca retroceden
aun a pesar de no haber seguido realizándose
ante tanta vida por delante
por explorar como principal obstáculo.
El documental subraya
una constatación absoluta:
que ambos cierran su paso por este mundo
plenamente conscientes de lo que en sus vidas
significó el otro:
Amor profundo, puro Amor
pese a la incapacidad
(de Cohen) para entregarlo
siempre que fue necesario.
Leonard, el hombre que todas deseaban
y aquel al que ninguna podía tener,
como comenta una amiga de la pareja,
que añade la idea de que los artistas,
los poetas, son rehenes eternos de su arte
y Marianne lo que quería
era tenerlo y vivir una vida “normal”
junto a un ser que sabía excepcional.
Ella también lo era,
una musa que da tanto
como lo que proyecta,
habla de ello su devoción mutua.
El propio Cohen reflexiona
sobre esto en los años que pasó viviendo
en un monasterio budista:
cuando, con una mirada translúcida,
asegura que el amor es encontrar
a la persona exacta que nos contenga
y a la que uno pueda contener también.
Aclarando que uno no puede ser
ni más grande ni más pequeño que el otro,
porque es esa medida exacta,
el ser iguales,
lo que permite abarcar y llenar.
Salgo siempre malherida
de esta fatídica historia
iluminada,
Back to Hydra.
El verano pasado,
cuando supe que se iba
a publicar este documental
ya escribía sobre él,
puedes verlo aquí:
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