GIBRALTAR BLUES


 Fuga de atardeceres, savia que sacia alamedas en cascada que dan a un mar plato que irriga las venas de un Mediterráneo a punto de ser devorado por un Atlántico hambriento que ya abre sus fauces.
Llanitos británicos.
Mestizaje de etiqueta en matices y tan diversa.
Calles pulcras, vapeo mentolado, cruce de culturas, colonias gastadas. Green pubs, churros grasientos, 
cementerio de Trafalgar.
Judíos pelirrojos de ceño fruncido y kipás 
desafiando la ley de la gravedad. 

Shorts, melenas rubias y tattoos.
Musulmanes de la kasbah,
mujeres con hijab y zapatillas New Balance
arrastrando sus túnicas por la cuesta del Botánico. 

Semillas de mil tierras explotan en palmeras irredentas
que lloran la lluvia que el cielo devuelve a tierra. 
Mientras la gran roca, ahí erguida, avista amenazas,
cierra y abre mapas. 

Nada aquí se despeña. 
Todo aquí se condensa. 

Roast lamb, meat pies y fish and chips que,
en La Línea, transmuta en pescaíto frito 
de un mundo hermanastro que abastece al Peñón 
de trabajadores que cubren la demanda de asalariados. 

Sobran ladrillos y falta espacio 
frente al inmenso tapiz de mar 
sobre el que flota hiératica 
la gran mole 
como un barco varado. 


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