UNAS MANOS


Hacía calor. 
Yo tomar café con la cabeza errante
cuando, de repente, 
aparecieron esas manos atravesando
mi campo de visual tras el cristal. 
Manos también pensantes
de una cabeza, probablemente también, 
errante. 
Manos que se juntan mientras 
el pensamiento, al igual que 
las volutas de humo de su cigarro, escapan. 
No sé bien en qué andaba yo pensando. 
Probablemente ella, tampoco. 
Pero en la distancia que dan apenas
dos metros, un cristal y un común desconocimiento, 
compartimos un inusitado ensimismamiento. 
Aunque ella, seguirá sin saberlo...


 

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