TRASCENDER LA VÍSCERA
El color,
el color es un terciopelo
que me atrapa
como mosca pegada a lo táctil.
Ese color vibrante y sangrante,
carnoso y lleno de volumen estático
que apisona los dedos que no pueden tocar
lo que ven los ojos.
Ante los cuadros de Bacon
soy rehén ansiosa,
no puedo sustraerme a entrar
aunque a veces tenga también
que retirar la mirada.
Hay pasión, lujuria, incomprensión,
violencia y solemnidad torcida.
Respeto a uno mismo
y a sus vísceras
hasta trascenderlas.
Bacon es siempre
una sucesión de capas
que muestran apenas lo que sucedió
en la suma de todas ellas.
Algo que de manera consistente está,
pero cuyo origen resulta difuso.
Su pintura siempre parece fresca,
como si, de poderla tocar
con esos dedos que se vuelven planos
porque no puedes acercarlos,
de poder hacerlo, digo,
saldrían del cuadro manchados.
Y ese factor humano en su trabajo
será siempre la mejor razón
para entrar en él
a impregnarse de esos colores
que encienden tanto
como apagan.
Escribo estas palabras
sobre Francis Bacon,
que salen
al hilo de
"La condición humana"
en la Galería Marlborough
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