LEAONZINHO
Hace unos años, en un mercadillo de segunda mano, mi sobrino se enamoró de un león de plástico que encontró rebuscando en una montaña de juguetes usados.
Lo eligió con determinación.
Estaba bastante sucio y al llegar a casa, se fue directo al lavabo y lo bañó.
Literalmente.
Le hizo un spa de burbujas y jabón con agua caliente.
El león salió reluciente. De estreno.
Una vez seco, mi sobrino volvió a mirarlo con atención y descubrió que la limpieza del león había dejado al descubierto un botón y que, al pulsarlo el león movía la cabeza y, aunque lejanamente, todavía gruñía.
Le dije que esa era la respuesta del león a sus cuidados. Como en Toy Story, le recordé, los juguetes tienen alma y les gusta que los cuiden como también nos gusta que lo hagan con nosotros.
Sus ojos se abrieron inmensos para seguir observándolo.
Me vino a la mente la maravillosa canción Leaonzinho de Caetano Veloso y se la canté, contándole después lo que decía la letra; él me escuchaba mientras seguía escudriñando su sorprendente hallazgo.
En su cara todo un puzzle parecía irse armando.
Recuerdo haberle dicho que ese juguete no lo olvidaría nunca, que Leaonzinho tendría en su vida siempre un lugar de honor.
De aquello han pasado ya varios años...
Hace unos días, a mi sobrino se le iluminó la sonrisa al verme aparecer con mis pelos: “Leaonzinho”, me dijo. Leona añado yo, eterna defensora de los sueños.
¡Bailemos Pol!
Felices Reyes Magos
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