LA PRADERA
Ver ese bronce sin armadura y esas nalgas musculadas y tersas, bien merece ya la vuelta.
La escultura desnuda de Carlos V de Pompeo y Leone Leoni, es el vibrante arranque por un recorrido selecto a través de grandes obras maestras de El Prado. Del origen del mundo, la Anunciación de Fra Angelico y los Adán y Eva de Durero que enmarcan el umbral de acceso a la exposición, el recorrido ya se asume tan relevante como cargado de potencia. La magnitud de las obras una tras otra, deja a veces sin aliento, permitiendo sin embargo algo que echábamos a menudo en falta (de lo poco bueno que nos deja el horror del que venimos) el espacio para la pura contemplación, del necesario detenimiento que permite recrearse. La posibilidad de sosiego ante la observación de una obra, tan inalcanzable a menudo antes del virus por la masificación de visitantes, que desembocaba en la prisa por ver, más que observar para poder seguir adelante y evitar el agobio. Ahora el ritmo lo marca uno mismo. Con mascarilla y vigilando las distancias, diseccionando detalles más que antes porque se dan el espacio y el tempo que permiten hacerlo. Disfruté la vuelta, El Prado haciendo honor a su nombre, el de una pradera por la que pasear y poder emborracharse de arte, de magnificencia. Buceé en nuevos rincones de viejas obras, nuevos deslumbres sucedieron; recorrí ese pasillo central de luz cenital con nuevos ojos.
Os dejo el vídeo con el time lapse que hicieron del montaje de la exposición, merece la pena verlo, un hormiguero trabajando con ahínco entre mascarillas y nuevas normas para hacer posible este ansiado momento que ya ha llegado: el "Reencuentro"
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