ESTE VERANO TAMPOCO HABRÁ JULIO


Hace muchos años, cuando alguien se enteraba de que soy de Córdoba, 
la inmediata pregunta que surgía era ¿qué tal Julio Anguita? Qué tal podía significar qué tal en las distancias cortas, si resistía bien la lupa de aumentos de lo local, tratar de verificar en definitiva, si tanto (por lo general bueno) como se habló de él en un tiempo, era ajustado o no al conocimiento más próximo de la persona. Eso sin saber si yo lo había tratado o no, sólo por el mero hecho de ser de Córdoba. Algo que sirve para dar una vaga idea de lo que este hombre sembró desde esta ciudad bonita y pequeña. Un hombre que sin duda forma parte de nuestro patrimonio. Todos los que tenían curiosidad por él admiraban su talante, su oratoria, su cultura y su ética. Anguita para mí era Julio padre, porque Julio para mí era su hijo, también Julio Anguita, amigo y compañero de facultad al que el ataque de un misil se lo llevó por delante en plena guerra de Iraq... En lo privado para mí Anguita era también una persona próxima al círculo de mi madre, aunque yo nunca lo traté a él personalmente. Anguita fue también mi alcalde, nunca hubo otro que mereciera quedarse en mi memoria con nombre y apellidos por merecimiento propio. Por suerte, una se queda prendida solo a los hombres y mujeres que aportan y enriquecen nuestras vidas. Y Anguita era la tolerancia, la educación, la cortesía y la templanza. El saber estar, la dignidad, la elocuencia y la palabra por encima de la pelea, con su perfil de Abderramán y su senequismo por bandera y una legión de seguidores sin siglas confiando siempre en sus matizaciones a los temas, en su punto de vista y en su sabiduría. Anguita se ha ido en uno de nuestros peores momentos, cuando personas de su ética, su visión y su valía, son más necesarias para sobrellevar el durísimo escenario de estos días.

Este verano tampoco habrá Julio, y es tan triste todo...

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