AVE FÉNIX
Vivimos tiempos extraños.
Ocurren cosas que desconocemos.
Por más que creamos estar informados,
ignoramos prácticamente todo.
Cada vez resulta más insondable
el fantasma amorfo al que nos enfrentamos.
Hemos destruído el planeta, nuestra casa.
El mundo que nos acoge y habitamos.
Hemos creído que todo era
para nuestro disfrute.
El jardín del Edén
del que robamos la manzana.
Todo es distópico y lejano
mientras ocurre aquí,
entre nosotros mismos,
inundando de desconcierto
nuestra irrealidad más cercana.
Otorgando carta de naturalidad
a lo extraño.
Viviendo contra todo
sin saber a qué nos estamos enfrentando.
Este miércoles en Madrid parece sábado.
La actividad es contenida.
El sol brilla como si no pasara nada
mientras las casas bullen de vida
escéptica y acompasada.
Precisamente hoy,
traigo aquí esta pieza
que hice hará cosa de un año
para alguien a quién quise
lanzar con ella
un mensaje muy concreto.
Una figura que parece un origami,
un avioncito de papel
de esos que inocentemente lanzamos
como niños al aire.
De los que caen pronto
porque pesan poco,
pero nacieron con el ánimo
de volver a ser lanzados de nuevo.
Propulsado por manos
pequeñas e inocentes,
cargadas de ilusión,
y sin otro objeto
que el de ser
momentáneamente felices
por un vuelo
ajeno a ninguna otra pretensión
que el del puro momento.
Mi idea de Ave Fénix.
Nunca llega a ser ceniza,
porque antes de serlo,
se propulsa de nuevo y vuela
insuflado por la energía de un niño
que sólo quiere ver su avioncito
volar una y otra vez de nuevo.
Así de sencillo,
así de complejo.
La persona para la que
hice este broche,
iniciaba entonces
una nueva andadura en su vida
llena de dudas y preguntas,
cargada de miedos y desafíos
que trataba de afrontar
con nuevo empuje y ganas.
Actitud, se llama.
Procuremos no malgastarla.
Y volver a tirar el avioncito
por el placer de verlo
volar de nuevo
como si en ello
nos fuera
la vida entera
en ese preciso momento.
Y no sé bien cómo,
ni por qué,
hoy acabó siendo el día
para acabar mostrándolo...
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