VENECIA O EL SÍNDROME DE STENDHAL

El gran canal, San Marcos, Murano y la colección de Peggy Guggenheim
Las góndolas, la librería, la luz, el espacio
La arquitectura, los vaporettos y los atardeceres incendiados

Vuelvo a Venecia muchos años después de visitarla, 
y lo hago acosada por el síndrome de Stendhal, 
ese que provoca bloqueos y acelera el ritmo cardíaco
ante la imposibilidad de absorber tanto. 
Dice una buena amiga que ella sufre ese síndrome cada vez
que va a París, pero en mi caso, el síndrome me sobrevino aquí. 

Son tantos los lugares para detenerse a observar,
y todos tan seguidos en una avalancha de imágenes tan compacta,
que el bloqueo inevitablemente llega.
Porque no hay espacio para la contemplación 
ni para el ensimismamiento; 
todo está lleno de imágenes,
se hace imposible asimilar ese derroche de arte, 
arquitectura y postal 
que se expande por todas partes.

Un lugar que tendría mil, millones de fotos más que las obvias.
Rincones por los que perderse, 
macros para los que no se da ni el espacio ni el tiempo, 
fugas que no llegan porque siempre hay una calle lineal
que se cruza y juega con uno al escondite entre paredes húmedas
que se ciernen sobre los pasos para explotar de pronto
en inesperadas plazas que ignoro de dónde salieron, 
pero ahí están, permitiendo recuperar el resuello.
Y en ellas de nuevo más arquitectura, 
renacentista o barroca, intrincada,
y cuando no es esto, fachadas de colores, 
y si estas no bastaran,
volver siempre a su red sanguínea, 
al agua que fluye por los canales. 
A esa laguna en la que los edificios 
emergen como titanes
 mecidos por el agua. 

Si no fuera por la cantidad de gente que la visita, 
esta ciudad sería un fantasma flotante 
en un laberinto de ensimismamiento.

Venecia es la fantasía hecha ciudad, 
la irrealidad posible,
el presente inestable
que cualquier día el mar engullirá
con todo este universo alucinante 
alzado a conciencia contra la marea,
que se eleva entre la niebla matutina
y se define al sol como una maqueta
de delirio escénico inigualable. 

Así es Venecia,
(a no ser que lo soñara...)

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