VENECIA Y CARNAVAL, IS TOO MUCH
Si hay unas claves que para mi
definan el carnaval de Venecia
quizá sean: vanidad, entrega,
anonimato y competitividad.
Vanidad obvia porque
estas figuras sacadas de otras épocas
aspiran a ser vistas y fotografiadas
por cada curioso visitante
con el que se cruzan.
Competitividad por ser las mejores,
las que más sorpresa provocan,
y de nuevo, las más solicitadas por las cámaras.
Cámaras que las propias máscaras persiguen;
buscan objetivos como quien
trata de localizar al miembro del grupo
perdido entre el tumulto.
Ven cámaras y móviles ansiosos
y amablemente se detienen
posando aristocráticamente
bajo el refugio de esa máscara
que les permite observar el teatro
sin ser vistos,
sin ser reconocidos.
La liberación de jugar a ser otro.
La persona aquí no es accesible,
la forma bajo la que se muestra
es pública, sin embargo.
Y así uno va de una máscara a otra,
de un poderosísimo e irreal rincón a otro,
de una fascinación a la siguiente
con la boca abierta, pero sin risas,
que aquí no las hay.
No parece ir este carnaval de sorna,
sino de pura fantasía y apariencia.
Apariencias silenciosas,
máscaras impertérritas
que marcan la distancia.
El que dispara sólo es la mera sombra
que la máscara proyecta y necesita
para dar sitio a su egregia presencia.
Fascinante ocultación
de la que se vuelve con los ojos
llenos de imágenes.
Real y maravillosa descripción
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