INMERSIÓN VANG GOGH

Bañarse en sus rabiosos amarillos
Experimentar el brillo de sus miradas
Hacer una inmersión en el color
Ver ampliados los trazos
Envolverse en sus lienzos

La exposición que puede verse estos días 
en el Círculo de Bellas Artes de Madrid
sobre Van Gogh
no es una exposición. 
Es efectivamente, una experiencia. 
Fácil para cualquiera
que quiera quedarse extasiado
en un salón rodeado de pantallas gigantes
que van proyectando imágenes 
de cada uno de sus cuadros. 
Una experiencia inmersiva 
que redunda sabiamente
en la percepción preciosista 
que hoy tenemos de su trabajo.
Haciéndonos paladearla si cabe aún más,
elevándola a un formato que deja
al espectador enano ante cuadros. 

Una inmersión ajena por completo, sin embargo 
al ambiente en que la obra fue creada.

Es una experiencia 
para deleite de los sentidos,
para alimentarlos más aún de lo que ya 
están, con el gusto ya creado, 
la opinión formada
y la rendida fascinación 
enteramente dispuesta. 

Es un dejarse envolver en un
Van Gogh de papel de regalo. 

Una experiencia apaciguadora de fieras.

Viniendo del estruendo de la calle, 
sentarse y escuchar las Gymnopedias de Satie,
que siempre es una experiencia sublimante, 
conectadas a la sucesión de una 
cadencia de imágenes de sus cuadros, 
hace que el momento resulte de un preciosismo 
que nos va arrastrando por 
una oleada de sensaciones
que más que hacer oda al artista
inciden o subrayan 
todo aquello que su obra hoy en día 
nos sigue provocando. 

Y la experiencia del artista cada vez más y más lejos 
tan lejos como estuvo en vida
de poder disfrutarlo.

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